martes, 14 de abril de 2009

ELOGIO DEL ANTIPATICO

Por: Renato Cisneros (Periodista)
Pero qué antipático que es Claudio Pizarro. Ahora que pende sobre él una grave acusación por un supuesto delito; ahora que sus enemigos francotiradores lo tienen, salivosos, más en la mira que nunca; ahora que la prensa (cierta prensa) lo ha acorralado, creando en torno de él nuevos anticuerpos y caricaturizándolo como el chico-pituco-ricachón-ojiverde-que habla pestes del Perú; es decir, ahora que es una presa fácil a punto de ser tumbada, justo ahora se pone a hacer en Alemania todos los goles que se le antoja. Pero qué inconveniente, caray. Se suponía que, como buen peruano que es, debería andar deprimido, triste, llorando su desgracia desde la banca de suplentes o, mejor, el camarín, desprovisto de todo el protagonismo deportivo que —maldita sea— sigue teniendo.
Digo todo esto en obvia clave de ironía solo para decir algo bastante más en serio: Pizarro es un gran goleador.
Es un futbolista que en el extranjero ha logrado unos números absolutamente contundentes, amasando, de paso, una fortuna y una estabilidad social que es caldo de cultivo para las envidias más virulentas. Y me pone bien que, mientras en Lima le buscan tres pies al gato forzando una denuncia que —por lo menos para mí— carece de claridad, él se despacha marcando goles casi toda la semana, probando de alguna manera su tranquilidad de conciencia.
Como aficionado y observador distante acepto algunas cosas: acepto que Pizarro no ha tenido con la selección peruana las actuaciones que se esperan de un hombre que en la Bundesliga ofrece un inmenso derroche de talento y energía. Y acepto también que los enredos en los que anda merecen una rápida rectificación, porque suenan sospechosos y faltos —digamos— de elegancia.
Ya la FIFA dirá si Pizarro merece ser retirado del escenario del fútbol por haber sacado ventaja en un sector virgen (el de la representación), hecho que, por no tener precedentes, es susceptible de ser visto como ilegal. Aclarado esto, debo decir —muy a título personal y de espaldas a la línea editorial del suplemento que gentilmente aloja esta columna— que la presencia de Claudio en la selección es sencillamente obligatoria. Que no sea capitán, pero que sea convocado. Que no sea titular siquiera, pero que esté entre los 22. Que no declare tanto en las conferencias pospartido, pero que participe en el proceso.
Futbolísticamente hablando, el Perú no está en posición de hacer alardes de moral ejemplar, sancionando a sus mejores jugadores con inédita drasticidad. Farfán, Pizarro, Acasiete, que son los que más rinden afuera, tendrían que estar disputando las Eliminatorias hace rato. Si cometieron una falta de disciplina, pues que la purguen con dinero o con alguna sanción más realista, pero no con su ausencia. (Por cierto, comentario aparte, hasta ahora no vi el video que incrimina a Pizarro como flagrante provocador de las juergas del hotel el Golf Los Incas. Si alguien tiene a la mano ese material, me encantaría revisarlo.)
Hay alrededor del tema Pizarro una suerte de cruzada ética que, la verdad, es digna de asuntos (o personajes) bastante más trascendentales para los destinos del país. Más daño nos hacen, por ejemplo, sujetillos como Juvenal Silva o José Malqui, que, gozosos, usufructúan la impunidad parlamentaria para desentenderse de sus labores legislativas y seguir a la caza de su eterna mamadera: la dirigencia deportiva. Si Pizarro es sancionado o, qué se yo, expatriado e incluso encarcelado por haber participado en colocaciones teóricamente oscuras, el fútbol peruano no habrá ganado nada.
Pero si, en cambio, la clase dirigencial vomita a sus parásitos de una vez por todas y se renueva con gentes más dignas, más decentes, ahí sí que habremos dado un pasito adelante. Así que ya sabe, “Bombardero”, usted siga, relajado nomás, haciendo goles. Se agradece que un peruano tenga fascinada a una audiencia extranjera. Por lo demás, quédese tranquilo.
El tiempo, no lo dudo, pondrá las cosas en su sitio.

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