sábado, 4 de septiembre de 2010

Que la tecnología no tape el bosque


POR: CESAR LUIS MENOTTI
Cuando el resultado como sinónimo de éxito descalifica toda importancia de análisis se buscan debates que operan como justificativo. Así se usa un error arbitral como lo determinante y como ocurrió en el reciente Mundial de Sudáfrica se especula con que "si le hubiesen dado el gol a Inglaterra (aquel de Lampard frente a Alemania) no sé qué hubiese pasado".
Yo tampoco sé qué hubiese pasado. Lo que sí sé es que los partidos duran noventa minutos y durante ese lapso de tiempo se suceden acciones donde el azar juega su rol.
Lo que sí sé es que Alemania fue mejor, ganó casi con comodidad y lo más importante es que jugó bien, fue claro en ideas, leal a su estilo y en consecuencia se impuso en el juego y en resultado.
A partir de ese gol o no gol ya famoso se dispararon los cuestionamientos sobre los principales responsables, el árbitro y el juez asistente.
Y frente al error, evidente, grosero, nuevamente se alzaron las voces de los que creen necesaria la incorporación de la tecnología en el fútbol, como así también de dos árbitros más como apoyatura detrás de los arcos.
Desafío a quien pueda demostrarme cuántos casos (recuerdo el gol de Maradona con la mano en México '86, el de Henry contra Irlanda en el repechaje de las Eliminatorias de Sudáfrica 2010 o el de Hurst en la final entre Inglaterra e Alemania, en Inglaterra '66) se produjeron desde que comenzaron los mundiales hace ya 80 años.
Quiero decir con esto que haciendo una rápida revisión de la historia, cientos de partidos jugados, no me parece que esos goles o no goles hayan tenido una incidencia relevante en los resultados.
No es que me rehuso al debate, pero se me ocurre que hay cosas tan o más importantes para analizar y corregir.
Es el fútbol un juego difícil y complejo. Hay jugadores pícaros dentro del reglamento que se hacen fuertes desde el engaño al adversario y así viven de esa picardía; los hay tramposos, que son los que complican al árbitro; están los que quieren que el partido no se juegue y hacen del fútbol un horroroso espectáculo sin ninguna garantía del éxito; los nobles, los que quieren jugar, los que se comprometen con el juego, los que aborrecen la trampa...
Además de los actores, en un partido de fútbol se suceden innumerables acciones, errores y aciertos, hay incertidumbre, riesgo, azar, interviene lo inesperado, etc.
Sigo creyendo que la nobleza supera a la trampa como también reconozco que hay una necesidad de discutir sobre la capacidad de los árbitros y las claras obligaciones y conductas que se le deben exigir.
Siempre será y debe ser el árbitro principal el que decida, más allá de la ayuda de más o menos colaboradores. Esta intención de sumar más personal que ayude al árbitro a equivocarse menos me parece enfocar el tema desde una perspectiva que no conducirá a resolver lo verdaderamente importante.
¿Y qué es lo verdaderamente importante?: establecer una selección de los mejores árbitros y una conducta responsable, digna, comprometida, de todas las partes involucradas en el fútbol.

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