viernes, 6 de noviembre de 2009

DE UN ARGENTINO A MARADONA

Luego de la clasificación al mundial, Diego Maradona se descargó contra la prensa. "Que me la chupen" y "que la sigan mamando" fueron algunas de las frases que usó el técnico. Los diarios del mundo se hicieron eco del bochorno.
Sin entrar de lleno (al menos al principio) en las vergonzantes declaraciones de este energúmeno, Maradona constituye para mí un enigma que nunca será resuelto.
Porque lo adorarán generaciones de argentinos, aunque no lo hayan visto jugar. La mayoría de quienes lo vimos probablemente ocultemos que siempre hizo trampa y que jugó toda su carrera profesional drogado. Muchos repetiremos la consabida frase “como deportista, un Dios… como persona, una basura”.
Estarán los que hablarán grandilocuentemente y dirán que nunca olvidó a su familia, que siempre priorizó sus afectos. Que su compromiso moral con las hijas superó la valorización de cualquier situación adversa que le planteó su vida.
Cada cual puede hacer de su existencia un monopatín, pero si te drogas, si tenés sexo con prostitutas, si andás poblando el mundo sin reconocer a tus hijos… cállate la boca. Escondete. Hablá despacio. Hacé penitencia. Y redimite.
No sé si han notado que nuestro país depende cada día más del azar. A diferencia de Brasil, que ya tiene proyectos para el 2016; de Chile, que es el país más avanzado de Latinoamérica; de Uruguay, que ya exporta más carne que nosotros y hacen del diálogo una costumbre; nosotros vivimos sumidos en la aleatoriedad… en el caos de un destino que no programamos.
Ahora resulta que la redención de Maradona es clasificarnos al mundial de esta forma azarosa y además mandarnos a todos a “chupársela”, como le habrá pedido a sus amigas, a los travestis, a cierto cantante internacional de increíble renombre. No, Maradona… yo no te banco y no te la chupo.
En todo caso vení a chupármela vos, porque yo te pago el sueldo gracias a tu acuerdo con Grondona y los Kirchner. Un sueldo que analizado contra la eficacia, tiende a infinito.
Chupamela vos, mal padre. No solo porque no reconozcas a tus hijos haciendo gala de lo que aborrecemos los argentinos decentes, sino porque tu sentido de la responsabilidad te coloca al lado de los animales.
Chupamela vos, drogadicto. Porque teniendo el poder que tuviste, elegiste ser un mal ejemplo para todos. Y teniendo el apoyo de todo un país para salir de tu enfermedad, te echaste una cagada atrás de otra pensando que toda la vida íbamos a decirles a nuestros hijos que fuiste el más grande porque diste cinco pases de mierda e hiciste un gol que Messi te copió y que cualquier otro jugador con menos talento pero con más humildad lo hizo más chiquitito de lo que te quedó el cerebro.
Chupamela vos, mal deportista. Porque yo aprecio a los que juegan limpio y no a los malnacidos que, como vos, tienen plata para hacer crecer el negocio de la droga que después consumen las personas con menores recursos y menos posibilidades.
Chupamela vos, incoherente. No podés sostener una declaración en el tiempo, así como no podés sostener tu cuerpo después de que una conspiración “te cortó las piernas”. El cerebro le queda grande a tus neuronas y sin el Rivotril no podés hablar.
Chupamela vos, ignorante. Con todo el dinero que juntaste te podrías haber dedicado a cultivarte, a buscar la excelencia, a encontrarte en un espacio con un mejor Diego Maradona … y lo usaste para quemarte el cerebro mientras otros se valían de tu prestigio para llenarse de guita.
Chupamela vos, hipócrita. Porque sos un falso que primero le rendiste pleitesía Carlos Saúl Menem, idolatraste a Cavallo y después te tatuaste la jeta del Che Guevara en esa bolsa de papas que tenés por brazo mientras te ibas a Cuba a abrazarte con Fidel.
Chupamela vos, ególatra egoísta. Porque estas forrado en oro, porque cobras más plata por mes de la que cobra el 99% de los argentinos en 2 años de trabajo y jamás se te ocurrió ayudar a los que, como vos, nacieron en una villa y vivieron penurias que no deberían haber vivido. Porque jamás pusiste un peso para un hospital o una escuela rural.
Dicen que un ser humano es la expresión del valor de sus virtudes cardinales, que actúan en oposición a los pecados capitales, representación de todo lo moralmente reprobable. Veamos si aguantás este análisis. Los pecados capitales y las virtudes cardinales, ¿cómo te sientan?
La soberbia es la fuente inspiradora del resto de los pecados y el remedio radical es la humildad. Bielsa es humilde, Menotti es humilde… vos sos soberbio.
La pereza (acidia) no solo refiere a un apartamiento de nuestras obligaciones espirituales y materiales, sino también a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia en cuanto tal. Contra la pereza, debe abundar la diligencia. ¿De qué lado estás, chabón, si te levantás a trabajar a las 11?
La lujuria refiere a un apetito desordenado de los placeres eróticos y la castidad, entendida como la defensa del amor ante el egoísmo, es la virtud que no tenés. Porque vos, Maradona, que andás pidiendo por ahí que te la chupen… ¿A quién amás… a tus hijas? ¿Amás una expresión ordenada del mundo antes que él desorden? ¿O te amás a vos mismo y te chupan un huevo –justamente- mientras disfrutás de cualquier tipo de placer que te aleje de las responsabilidades que como ídolo tenés (tenías)?
La avaricia es un amor desordenado de las riquezas que en tu caso, pedidor de chupadas, se reduce a usar dos aritos de 4.000 euros, dos relojes de 20.000 dólares cada uno, ganar 100.000 dólares por mes sin que se te conozca una mínima virtud de generosidad para salvarte de una condena eterna. Porque yo no conozco la Fundación Maradona y si conozco la Fundación Favaloro. No conozco donaciones tuyas, ni tampoco espero que le des de comer a personas que los ladrones del gobierno que defendés evitan… ¡si ni siquiera alimentás a tus hijos!
La gula… ¿hace falta escribir? La gula solo es una manifestación de un apetito más profundo y significativo. Más descontrolado. Porque de alguna forma, se busca ingerir el universo reduciendo todo a uno mismo. Y no hay cinturón gástrico contra el desvarío de tu panza hinchada, adelantada al cuerpo obligándote a llevar la cabeza hacia atrás pensando que te llevás el mundo por delante mientras el mundo solo ve a un pobre tipo.
La ira. Oh! ¡La ira! Apetito (también). Desordenado (también). Pero esta vez es gula de venganza. Tu paciencia es víctima de tu resentimiento. Tal vez, si te hubieras educado, seguirías los consejos de Leonardo Da Vinci (contrario a la Iglesia, por si te estás preguntando si soy un chupacirios).
La envidia. Nos envidiás, nos odiás. Porque somos sanos, porque somos humanos, porque somos humildes. Porque no te la chupamos.
¿Que sos, Maradona? ¿Un Dios? ¿Un ser humano? ¿Una basura? No me interesa, se que no vas a leer esto así como se que en un resquicio de tu mente y de tu espíritu, ganando cada vez más espacio, una duda te carcome… ¿estaré condenado?

-Desconozco el autor-

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